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Ahora, Degollado a secas

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Con hondo sentimiento, con íntima tristeza reaccionaria, se dolió el poeta Ramón López Velarde cuando en vientos de fronda vio acribillada la torre de su Parroquia.

El vate jerezano vivió entrañablemente de la savia religiosa que da vida y esplendor a la historia mexicana y a los altos valores que llevamos en la sangre.

Uno de estos valores está en nuestras tradiciones y, sobre éstas, en el nombre mismo cifrado en nuestras raíces; en lo que en cada pueblo signó su nacimiento.

Pero esos mismos vientos de fronda llegaron en ventarrón liberal, y de cada pueblo arrancaron la fe de su bautismo para imponerle una nueva designación.

Casi todos nuestros pueblos fueron rebautizados en nombres traídos de los avatares que han sacudido con dolor las luchas políticas de los últimos siglos.

San Ignacio de los Encinos fue un noble pueblecito que en los golpes facciosos de la historia, vino a recibir el nombre Santos Degollado, o Degollado a secas..

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