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2012 Al paso de la Luz

diciembre 18, 2012

Colage Portadas1

Presentación

Cosecha del afán de jugar 

En los albores de este bisiesto dos mil doce ha caído, llovido de las altas esferas del pensamiento, de la sensibilidad y de la imaginación, un libro.

Era juego de salón aquel que se iniciaba con: “Un navio cargado de…”

Según algunos malos profetas el libro será como “rara avis” dentro de pocos años porque según este sentir pesimista el avance de los medios audiovi­suales ahora ya universales como la televisión o el internet y otras modalidades de esta tecnología, da­rán sepultura a Gutemberg y su criatura, asombro y gozo por cinco siglos.

Mientras, si sucede o no, “leamos y gocemos” parafraseando a los epicúreos.

Al paso de la luz es un libro breve, apto para los precipitados, viajeros de este siglo; con más de un centenar de fotografías, para los muy dados a ver imágenes y no interpretar los convencionales signos representativos de sonidos.

Y ¿qué nos trae, qué nos va a dar? Así asoma el recóndito interés de todos los humanos que al se­guir el principio filosófico “omne agens agit propter finem” y que en lengua de Castilla se traduce como “todo agente se mueve por un fin”.

¿Qué nos trae? Este libro es simple y sencilla­mente una puerta abierta al juego, una insinuación, no invitación a jugar.

El primero en disfrutar de esa gracia llamada juego fue un joven, que todavía a sus ocho décadas conserva intactos sus signos de juventud. Aprendiz en el arte de jugar desde un día lejano y feliz de su encuentro con las letras en las aulas del Seminario de Guadalajara.

Ya es hora de correr el telón para presentar a nuestro autor: Es don Luis Sandoval Godoy.

Su trayectoria en el mundo del periodismo, de su diálogo a través de casi cincuenta libros de su au­toría, sobre diversos temas; desde la ficción, la his­toria, biografía y hagiografía le ha dado merecido reconocimiento en la esfera de la cultura.

Mas el regalo de ahora lo manifiesta como lo que ha sido; siempre ha jugado con las ideas, con las imágenes, con los sentimientos, con el lenguaje.

Son ahora dos instrumentos de estos juegos: la pluma y la cámara fotográfica.

El juego es siempre una ocasión con una carac­terística: siempre es una acción libre.

Libre fue y viajero el autor para ir de aquí para allá:

Sólo tres cosas tenía

Para su viaje el romero

Los ojos abiertos a la lejanía

Atento el oído y el paso ligero.

No tanto fue la cámara, sino sus ojos abiertos que captaron rostros, paisajes, casas, campanarios con la alegría de haber encontrado algo valioso, como el gambusino encuentra la anhelada pepita de oro en las entrañas de la tierra y que afanosamente buscó.

La obra artística, en cualquiera de sus expresio­nes ha brotado del juego: con los colores jugó Mi­guel Ángel; Mozart perdía el sentido del tiempo por jugar con los sonidos.

Es el arte una evasión, porque todo juego es, mientras se juega, olvido de las urgencias de la vida.

Don Luis regala en estas páginas sensibilidad a través de las imágenes y letras para captar con los ojos y mirar con las palabras.

Bien vale la pena este viaje para ver, mirar y gozar.

José R. Ramírez, Pbro.

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La vida del ser humano se va dibujando en luz. 

Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.

A veces resplandece con guiños de eternidad.

A veces, lánguida luz envuelta en paños de melancolía, o pasa al galope trémulo del dolido otoño.

La caída de las hojas y aún así el roce de la luz, aquella por la cual el ser humano bendecirá al autor de la inmarcesible luz eterna…

quia pius est.

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La ronda del Niño Dios

Luz de luna, camello blanco para el ensueño de Navidad, por el desierto de los recuerdos sobre tu lomo quiero viajar Rueda la luna rodando va, rueda rodando llegó al portal El amor dentro del alma ya no se quiere dormir porque a mitad de la noche miró una estrella salir

¡Baila amor, convida estrella!

¡Baila amor la luna rueda!

Ronda de Niños por dentro que cantan lo de una flor…

La ternura sobre el pecho tibiecita despertó.

Bailan despiertos…

Ternura, amor bailan la ronda del Niño Dios.

              Benjamín Sánchez Espinoza